Campillo de Arenas, en el corredor natural entre Jaén y Granada, se encaja a los pies de Sierra Mágina y la Sierra Sur, con un caserío blanco que trepa por las laderas y mira al valle del Guadalbullón. Su historia mezcla frontera y montaña: torres y un castillo vigilaron los pasos, mientras que la parroquia y la plaza vertebraron la vida local ligada al olivar y a los oficios del aceite.
En su casco urbano destacan la parroquia mayor y el recuerdo del castillo que defendía el paso entre campiña y sierra; en el término, nacimientos de agua, huertas y antiguos caminos explican un paisaje de defensa, regadío y trabajo. Entre miradores, fuentes y sendas hacia Mágina, el municipio cuenta cómo un enclave serrano de vigilancia se convirtió en la localidad acogedora que es hoy.